Si es cuestión de confesar, me flipa tomar café y no entiendo de fútbol…
Llevo todo el día fuera de casa y estoy absolutamente agotada. Tengo cero ganas de trabajar y bastantes documentos que revisar.
-Anat, deja de procrastinar.
-Estoy limpiando el cerebro.
H. empezó la guardería ayer. Hoy ha ido también. El lunes volveremos. Y el martes, ¡ay, el martes! Me pedirán que salga media hora del aula. Y lo haré, claro. Aunque no quiera separarme de ella y me enfade por tener que hacerlo. Y llore, lloro mucho desde que nació. Supongo que es el precio de vivir algo tan maravilloso.
Estamos solas. Las madres, me refiero. Por eso es tan importante ser amables entre nosotras no importa la edad que tengan nuestros hijos.
Un buen amigo deja la educación y me da una pena infinita vivir en un mundo en el que él no está enseñando. Además remueve mis propios recuerdos, me lleva a otro tiempo con otras prioridades y me doy cuenta de que nada de lo que creamos existe ya donde estuvimos. Confío en que siga en algunas memorias, en las nuestras primero; pero no las tengo todas conmigo.
Ha sido un día precioso. Lo he pasado con tres de mis personas favoritas. He disfrutado de la ciudad, terminado cosas pendientes y hasta me he perdido un rato. He visitado a mi cuñado y le he dado un beso por su cumpleaños. He trabajado. He escrito.
Sí, realmente bueno.